jueves, 7 de enero de 2010

Caligaris y Mora seguirán al frente de la Comisaria local

Así lo decidió el nuevo jefe de la Unidad Regional de Policía de Comodoro Rivadavia, comisario mayor Edgar Gustavo Alfredo, quien también ratifico en sus cargos a los jefes de las comisarias de Rada Tilly, Sarmiento, Río Senguer y Ricardo Rojas.
El recientemente ascendido Juan José Caligaris va a cumplir 3 años al frente de la dependencia local, en tanto que el segundo jefe, también ascendido a fines del año pasado a Sub Comisario, Fernando Mora lleva un año.
Caligaris se hace cargo de la comisaria Rio Mayo cuando el Comisario Antonio Zuñiga es designado como jefe de la Seccional Cuarta de Comodoro Rivadavia.
Zuñiga, según adelantaron fuentes cercanas, seria uno de los nombres que se barajaban para cubrir el segundo lugar como jefe, tras ascender como comisario inspector con retroactividad.

Traslados y nuevos jefes de comisarías en Comodoro

Habrá cambios en las jefaturas de las seccionales Segunda, Tercera, Cuarta, Quinta, Sexta y Séptima, como así también en las comisarías de Mosconi y Kilómetro 8 y en las subcomisarías de Laprida y Diadema.

Sólo una de las comisarías mantendrá la jefatura de la gestión anterior, la Seccional Primera, que seguirá bajo las directivas del comisario inspector Rubén Cifuentes y del segundo jefe, comisario Eladio Cheuquehuala.
El comisario Fabián Luna se hará cargo de la Seccional Quinta. Estaba al frente de la alcaidía.
Entre los traslados que se pudieron confirmar figuran la designación del nuevo jefe de la comisaría Tercera, el comisario inspector Luis Alberto Butazzi, que llega desde el Departamento de Logística de la Unidad Regional. Esto debido a que el actual jefe de la dependencia, el comisario inspector Nelson Flores, fue destinado como segundo jefe de la Unidad Regional de Puerto Madryn.

La Seccional Segunda de Policía, en tanto, recibirá en su jefatura al comisario inspector Horacio Antinopay y como segundo jefe al comisario Héctor Hugo Quilaleo. Y la Seccional Quinta quedará bajo el mando del comisario Fabián Luna, que le dejará la dirección de la Alcaidía Policial al comisario Marcos Morales.

El actual jefe de la comisaría Segunda, el comisario Marcelo Domingo Diosquez, será el nuevo jefe de la comisaría Sexta, secundado por el comisario Rubén Dancor. De esa manera el actual jefe de la comisaría Sexta, Lucio Aranda, asumirá como nuevo jefe de la Comisaría Cuarta y el segundo jefe de la Sexta, el subcomisario Marcelo Conrad, será el nuevo jefe de la subcomisaría Laprida.

Mientras, en la Seccional Séptima de Policía asumirá el comisario Fernando Terraza del Centro de Instrucción de Policía. El comisario del distrito General Mosconi, Carlos Murúa, fue designado como director de la Escuela de Cadetes de la Policía del Chubut. Y el actual director de la Escuela de Cadetes, el comisario Gustavo Moreno, llegará como jefe de la comisaría de Kilómetro 3.

La comisaría de Kilómetro 8 tendrá como nuevo jefe a Omar Epuley, que llega desde la Seccional Cuarta de Trelew mientras que el actual jefe de la comisaría Don Bosco, el comisario Felipe González, sería trasladado a la comisaría de Rawson. Y en la comisaría de Diadema Argentina asumirá el suboficial principal Luis Fernando Piedrabuena, que viene de trabajar en Operaciones de la Unidad Regional.
Fuente: Diario El Patagonico.

Un vigués sobre el paralelo 45º

Un historiador argentino repasa los orígenes de Aldea Beleiro, pueblo de la frontera patagónica al que dio nombre un emigrante del Casco Vello a principios del siglo pasado

Descendientes de Rafael visitaron en octubre pasado la casa donde nació, en la calle San Sebastián. // C.G.
Una trayectoria vital encomiable pero desconocida. Rafael Beleiro, nacido en la calle San Sebastián del Casco Vello, emigró a Argentina a principios de siglo. No fue uno más. Ganadero, fotógrafo, comerciante y, sobre todo, emprendedor y solidario, acabó poniendo nombre a Aldea Beleiro, remoto pueblo de la frontera patagónica. Dio vida a la región con su empresa de mercancías, puso en marcha una escuela y trabajó por la escolarización de los indígenas. Un historiador argentino recupera su trayectoria en el libro "Aldea Beleiro. Historia de un pequeño pueblo de frontera".
A. MÉNDEZ Casi un siglo después, la historia hace justicia a Rafael Beleiro, un emigrante vigués que en 1909 cruzó el Atlántico en busca de fortuna y se convirtió en impulsor y "padre" de un pueblo de la Patagonia que hoy lleva su nombre, Aldea Beleiro. Los nietos y bisnietos que mantienen vivo su legado en esta pequeña localidad de la cordillera del Chubut, dentro del paso internacional Coyhaique, entre Argentina y Chile, retomaron el contacto con la familia que se quedó en España hace un par de años gracias a internet.

Su interés por recuperar el tiempo perdido coincidió con el trabajo del historiador argentino Ernesto Maggiori, que en 2007 editó un libro sobre la sorprendente trayectoria de la localidad: "Aldea Beleiro. Historia de un pequeño pueblo de frontera".

El volumen reserva varios capítulos al crucial papel desempeñado por Beleiro y sus hijos en la región, donde desembarcó en 1910 en busca de empleo después de fracasar sus intentos por entrar en la Administración del Ferrocarril.

Llegó casi por casualidad en su viaje hacia el interior del país, pero lo hizo para quedarse, cuando la aldea aún no tenía nombre y era conocida como parte de Alto Río Mayo, la población argentina más cercana. Sus primeros años no fueron fáciles. Buscó trabajó en una ganadería, compró ovejas e inició su primera aventura empresarial y finalmente se asoció con Vicente Pérez en el negocio "La Hispana. Mercaderías Generales", cuyo almacén se conserva prácticamente intacto y en su día sirvió de cobijo para quienes no tenían vivienda.

Fue precisamente a través de la sociedad "La Hispana" como su sobrina, Manoli Feal Beleiro, casada con un italiano, y la hija de ambos, Mónica Favaroni, entraron en contacto a través de foros de internet con sus parientes en la Patagonia, que este verano los han visitado en Roma. El matrimonio viajó en octubre a Vigo para asistir a la boda de un familiar y comprobaron con melancolía el destino de la antigua casa familiar, en el número doce de la calle San Sebastián, de la que sólo queda la fachada.

Con el libro de Ernesto Maggiori en la mano, relatan que ocho años después de llegar y con sus negocios ya encauzados, Rafael se casó con Matilde del Carmen Vidal, con la que tuvo nueve hijos. Hoy sólo vive una de las mujeres, pero siguen en la región varios nietos y bisnietos.

Servicio público

Gracias al trabajo de investigación del historiador argentino, en el que advierten algunas lagunas, los descendientes de Beleiro ven reivindicada la figura "de un gran hombre. Generoso y emprendedor" que en 1922 construyó una escuela con chapas y cuatro maderas, se esforzó por alfabetizar a los indios y dio cobijo a los comerciantes que se encontraban de paso por la localidad en invierno, cuando se alcanzan 25 grados bajo cero.

Su trayectoria está llena de curiosidades. Desde sus relaciones con Juan Domingo Perón, al que conoció a través de su padrastra, hasta su afición por la fotografía. Dueño de la primera cámara conocida en Aldea Beleiro, llegó a encargarse del peritaje de los delitos que se cometían en la zona y realizó un primitivo censo con imágenes en los años treinta. "Calculaba la edad a ojo", recoge Maggiori en un libro que relata el trabajo de los pioneros de Aldea Beleiro.

Antes de la llegada de Don Rafael, como todavía lo conocen sus vecinos, Belisario Jara puso los cimientos de lo que hoy es una comuna rural con menos de 250 habitantes y a tan solo cinco kilómetros del límite con Chile.

Enclave comercial y de paso para los ganaderos y criadores de ambos lados de la frontera, se erigió como objetivo de los cuatreristas, motivo por el que el emigrante vigués portaba siempre armas de fuego y organizaba rondas de vigilancia en la aldea, implicado como estaba en preservar su seguridad y mejorar sus dotaciones.

Puso en marcha la primera escuela para formar a los más pequeños y lideró la lucha por el traslado de una oficina de Correos que se consiguió en 1979 y fue clave para el desarrollo económico de la localidad. Rafael siguió trabajando por mejorar la calidad de vida de sus vecinos hasta el día de su muerte, un triste 8 de agosto de 1986 en que la frontera patagónica lloró al que llamaba hombre del toscano –tabaco negro–.